Recibió las primeras lecciones de música de su padre, Genís Bou, que tocaba el fiscorn copla La Lira, de Torroella de Montgrí. En esta copla, además de su padre, tocaban tres tíos suyos por parte de madre y Vicente ingresó siendo un jovenzuelo. Después fue alumno del flabiolaire Pere Rigau, que le hizo entrar en su copla, La Lira, de trombonista. La Lira era una de las parejas más antiguas de Cataluña, en la que figuraba también José Pardas, hijo del famoso y legendario danzante ampurdanés Miquel Pardàs, amigo y colaborador de Pep Ventura.
Josep Reixac, profesor de la orquesta del Liceu, el inició en el violín. Josep Maria Soler, profesor y compositor de la Bisbal, y Josep Pi, compositor de Pals, completaron su formación musical. En 1906 se casó con Teresa Rubau, con quien tuvo cinco hijos.
En 1902 ingresó como trombonista en la que sería su copla durante 25 años, los Montgrins. A raíz de la muerte de Pedro Rigau, en 1909, pasó a ser el flabiolaire y director de la copla, cargo que ejerció hasta el 1928. Como era costumbre en aquella época, para que las parejas se pudieran diferenciar, va comenzó a componer sardanas que tocaría la copla que él dirigía. Las más populares de las primeras fueron Esperanza y Cantos de mayo, que cautivan rápidamente el público de entonces con sus melodías pegadizas, y confirmaron en el músico la vocación de compositor. Siguieron El anillo de compromiso, El brinco de la jilguero, etc., todas con una melodía agradable e ingenua. El impacto de estas primeras sardanas en Barcelona fue muy grande y en 1916, en el décimo Encuentro de sardanas, los amigos de Bou ya le rindieron el primer homenaje a la capital catalana. Más adelante escribió Angelina, Girona estimada, Continuidad, Levantina, etc., todas de retención fácil y de gran colorido.
En 1915, el poeta José María Francés puso letra a su sardana El brinco de la jilguero, hecho que marcó un antes y un después. En Barcelona sus sardanas sonaban por la radio, se editaron discos. Félix Graells puso letra además sardanas suyas. Vicenç Bou se convirtió en un autor admirado y las cupletistas Merced Serós y Pilar Alonso se hicieron suyas estas sardanas que se convirtieron en verdaderos éxitos. Eso le dio mucha fama y el público barcelonés reclamaba la presencia del compositor. En 1929, una vez abandonada la faceta de director e intérprete, continuó escribiendo sardanas pero fueron menos y no tuvieran la popularidad de las primeras.
Vicenç Bou murió en Torroella de Montgrí el día de Reyes de 1962.