La música y la vida de Berlioz encarnan los ideales románticos más que cualquier otro compositor, excepto Liszt. Su original imaginación, sus concepciones grandiosas y su extraordinaria calidad para orquestar aportaron un nuevo color a la música. Berlioz, el primer gran compositor que no era intérprete, se convirtió en uno de los primeros directores modernos, y en un crítico perspicaz.
Aparte de la Sinfonía fantástica, las obras de Berlioz se escucharon muy poco hasta la década de 1880, cuando en Francia se recuperaron como antídoto contra Wagner. A partir de 1960 se escuchó mucho su música, aunque las dificultades logísticas todavía impiden la interpretación normal de algunas de sus obras.